La lactancia, ya sea materna o artificial, es la forma ideal de alimentar al niño durante el primer año de vida, pero llega un momento donde esta no es suficiente para satisfacer sus necesidades. Es aquí cuando aparece la alimentación complementaria, un proceso donde, además de participar la leche se incorporan nuevos alimentos y líquidos. Este periodo de transición suele abarcar desde los 6 a los 24 meses de vida, y es clave para evitar carencias de nutrientes y enfermedades infantiles.

 

La alimentación es fundamental durante las primeras etapas del niño para asentar las bases alimenticias del resto de su vida. Por eso una dieta equilibrada basada en el consumo de cereales, frutas, verduras, carne, pescado, huevos… será la mejor forma de mantener al niño sano y con la suficiente energía para afrontar el día.

 

En el caso de los menores con síndrome de Down, el también conocido como Beikost es igual de recomendable que en el resto de los niños. Este proceso no solo tendrá beneficios a nivel alimenticio, sino que además podrá favorecer su autonomía y desarrollo personal.

 

 Sin embargo, la introducción de este tipo de alimentos supondrá un cambio cargado de nuevas experiencias. Por ello, es fundamental ser pacientes y respetar en todo momento sus gustos, ya que desde temprana edad son perfectamente conscientes del control en su apetito. Si vemos que no disfruta comiendo cierto alimento o directamente lo rechaza, es recomendable no insistir y volver a probar pasados unos días. Debemos recordar que cada individuo es único, por lo que no existe una única forma de llevar a cabo este proceso.

 

Desde la Asociación Down Málaga queremos daros una serie de tips y consejos para introducir la alimentación complementaria, con el fin de evitar que esta tenga un impacto negativo en el menor:

 

Todo a su debido tiempo: si bien es cierto que no es recomendable introducir esta dinámica antes de los seis meses, cada niño despierta su interés por la comida en un momento distinto. Resulta fundamental prestar atención a sus necesidades específicas.

 

Durante el primer año de vida, aquellos alimentos como carnes y verduras y en general todo aquello que no sea lácteo, no debe suponer más del 50% de las calorías de la dieta. La leche es la principal aportación de calcio, nutriente necesario para el desarrollo de los huesos.

 

La introducción de nuevos alimentos debe ser progresiva y temporal. Se recomienda separar entre 6 y 8 días la toma para asegurarnos de que no genera ningún tipo de alergia o intolerancia.

 

Aunque la mayor parte de los lactantes no van a tener problemas a la hora de incorporar nuevos alimentos, pueden aparecer dificultades en la masticación o deglución. La boca de las personas con síndrome de Down posee unas características propias y comunes. Por ello, se recomienda empezar con productos semisólidos (líquidos pero espesos) que no dificulte los movimientos de la lengua.

 

Una vez que no presente dificultades, sugerimos empezar a darle comidas mas sólidas pasándolas por menos tiempo en la batidora y, cuando sea posible, intentar favorecer su autonomía. Se recomienda empezar por el uso de manos y poco a poco ir introduciéndole cucharas y vasos de plástico.

 

En definitiva, cualquier niño está capacitado para recibir alimentación complementaria, solo es necesario prestar atención a sus necesidades y respetar sus tiempos marcados. Poco a poco iremos viendo avances que contribuirán a su desarrollo.