OBESIDAD Y NUTRICIÓN
La obesidad tanto en adultos como en menores es uno de los temas más preocupantes de la sociedad actual. Se estima que, en personas entre los 25-60 años, su prevalencia es de un 14,5% y de 13,9% en el caso de niños y adolescentes desde los dos hasta los 24 años. Si a esto le sumamos el índice de sobrepeso, llega a alcanzar el 40%, es decir, 4 de cada 10 menores de edad es obeso o tiene sobrepeso. Sin duda, cifras muy alarmantes que sitúan a España en cuarta posición en el ranquin dentro de la Unión Europea.
En el caso de las personas con síndrome de Down, no solo no es una excepción si no que es una tendencia bastante común. En la mayoría de los casos, la comida se sitúa como foco central en la vida, a lo que se suma que suelen tener un mayor grado de grasa corporal, lo que hace que aumenten notablemente los riesgos de padecer esta enfermedad. Evidentemente, esto se ve condicionado por la edad, el sexo, el grupo étnico, la alimentación y el ejercicio que puedan llevar a cabo.
El papel de los tutores y/o padres de este grupo es fundamental en todos los aspectos de su vida, pero cobra una mayor relevancia en el ámbito alimenticio. Solo ellos tienen las herramientas para concienciarlos desde que son pequeños y enseñarles a seguir hábitos saludables, siempre acompañado de una supervisión adecuada. Promover un estilo de vida sano favorece a su salud como a cualquier otra persona, es algo que debe compartirse con su entorno social y familiar. Sin duda, el mejor ejemplo para los niños son sus padres.
Debido a su complexión, normalmente con una altura inferior a la media y una actividad física reducida, necesitan menos requerimientos alimenticios. Como todo plan nutricional, debe ser totalmente personalizado adaptado a las necesidades y gustos del individuo. Es esencial que este incluyan alimentos como los cereales, frutas y verduras, así como carnes y lácteos para contar con la energía suficiente para hacer frente al día a día. Si la persona cuenta con algún problema bucal u odontológico, es importante que los alimentos se adecúen modificando su composición y textura para una mejor deglución.
La importancia de la actividad física y el hecho de evitar el sedentarismo son claves en las personas con síndrome Down, ya que previenen en gran medida la tendencia a
problemas cardiovasculares. Deben tenerse en cuenta los intereses de cada sujeto así como sus condiciones físicas y psíquicas, animando a que sean ellos mismos quienes elijan la actividad a realizar. Salir a caminar, bailar, nadar o montar a caballo son solamente algunas de las opciones entre un sinfín de ellas, siempre acompañadas de un previo calentamiento y un posterior estiramiento una vez que se termine de realizar. La integración social y la autonomía se verán incrementadas al hacer deporte.
En conclusión, llevar una alimentación saludable y realizar actividad física con regularidad son actividades imprescindibles en las personas con síndrome de Down, ya que esto conlleva a elecciones independientes correctas. Su calidad de vida se verá notablemente mejorada y evitará futuras enfermedades.
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