Cerca de 170.000 nacimientos se registraron el pasado 2020 en nuestro país, una cifra que no llega a alcanzar la mitad del número de nacidos respecto al año anterior. Según una reciente investigación llevada a cabo por la Universidad Católica del Sagrado Corazón en Milán, el 29% en España de los jóvenes de 18-34 años que en enero de 2020 planeaban tener un hijo abandonaron esos planes en marzo, y esto está principalmente causado por la crisis de la Covid19.

El ser humano desempeña una serie de papeles y experimenta diferentes fases durante sus años de vida. Es común que, por cuestiones evolutivas, el deseo por tener descendencia sea común en gran parte de la ciudadanía. En muchos casos, este deseo puede ser entendido como un derecho, ya que en el artículo 16 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, promulgada en 1948, sostiene que «los hombres y las mujeres mayores de edad, sin ninguna limitación debida a su raza, nacionalidad o religión tienen derecho a casarse y a fundar una familia». Sin duda, en un país evolucionado como es España, el derecho a tener descendencia debería contar con todos los apoyos posibles desde la sociedad y el estado, independientemente de que para conseguirlo se tenga que recurrir o no a técnicas de reproducción asistida como puede ser la fecundación in vitro.

No cabe duda de que las personas con síndrome de Down son capaces de amar, de convivir establemente con otras e incluso de contraer matrimonio (aquí enlazaría el artículo del matrimonio). Pero el ámbito de la reproducción sigue siendo un tabú para la sociedad. Y realmente, ¿cómo funciona la reproducción en el caso de las personas con síndrome de Down? ¿pueden realmente llegar a ser padres?

Si bien es cierto que cuentan con capacidad para engendrar un bebé, la probabilidad de tener descendencia es realmente escasa. Y esto no se debe a otra cosa que a la disminución notable de la fertilidad que está presente en las mujeres de este colectivo y a la esterilidad, debido a una reducción de la espermatogénesis prácticamente total de los hombres. Sin embargo, existe un resquicio de esperanza para este grupo, aunque la probabilidad que estos hijos tengan también el síndrome es alta. Lógicamente, la decisión de ampliar la familia es un asunto que afecta principalmente a la pareja. Sin embargo, el papel de la sociedad también está presente, ya que las personas con síndrome de Down necesitan en un grado más elevado de facilidades para el desarrollo de su vida cotidiana. Si esto ocurre, habría que examinar detenidamente si realmente están en situación de traer responsablemente un nuevo ser al mundo. 

Desde 2006, Las personas con discapacidad están representadas en la Comisión Nacional de Reproducción Humana asistida, lo que garantizará el acceso a este tipo de técnicas a las personas, en este caso, con síndrome de Down. Además, cuentan con representación en la Comisión, donde desempeñan un papel asesor. Sin duda, todo un gran paso para la sociedad.